¿Quién te dijo que abolieron la esclavitud?
Lo que pasa es que no lo ves de esa forma. Pero la esclavitud está más vigente que nunca.
Hoy fui al gimnasio, y una muchacha me contó que trabaja de 9 a 7, sin prestaciones, sin saber ni siquiera bajo qué contrato está. Luego veo un post de otra persona que estudió una carrera y dos maestrías—gran error, según el mercado—para terminar ganando el mínimo y perdiendo el cabello por el estrés.
“Así funciona el sistema”, me dirán. Sí, pero echemos un ojo más crítico:
¿Qué es la esclavitud? Tener a alguien trabajando sin pagarle y sin libertad de decisión, bajo las condiciones que impone otro. Ok, en teoría eso ya no existe. Antes, el amo al menos tenía que alimentar a sus esclavos; hoy, el patrón ni siquiera tiene que preocuparse por eso. Ahora te pagan lo justo para que sobrevivas… y tú te encargas del resto.
Claro, ahora puedes “decidir” si trabajas o no para alguien. Pero, ¿qué pasa cuando esa decisión no es real? ¿Cuando rechazar un trabajo significa no tener para comer o para pagar el arriendo? ¿Cuándo la alternativa a la explotación es la miseria?
Ahí es donde entra lo que nadie quiere ver: la servidumbre económica. No te atan con cadenas, te atan con deudas, con salarios de hambre, con contratos basura. Con la idea de que si no te esfuerzas más es porque no lo mereces.
Para el 2022, la mitad de los colombianos ganaba un salario mínimo o menos, y el 43% ni siquiera llegaba a eso. Eso significa que casi la mitad del país está sobreviviendo, no viviendo. Ahora dime: ¿tú crees que eso es libertad?
La gente se acostumbra. Se convence de que es normal trabajar 12 horas al día, sin prestaciones, con una familia que mantener y con la única promesa de que “algún día” les irá mejor. Se lo dicen los CEOs en LinkedIn, los que “lo lograron” y ahora predican que todo es cuestión de actitud. Pero la verdad es otra: la economía mundial funciona gracias a esclavos modernos.
Porque cuando una empresa levanta un billón de dólares con su nuevo producto, la verdad es que la mitad de las personas que lo hicieron posible están recibiendo migajas. Lo que pasa es que ya no los ves. Ya no frecuentas los mismos lugares que antes. No sabes que el mesero al que le dejaste propina lleva desde las 7 AM trabajando sin descanso y ya le duelen las manos.
La esclavitud no se fue. Solo le cambiamos el nombre. ¿Y qué hacemos con esto?
El primer paso es verlo. Sin excusas. Sin justificarlo. Sin decir “es que así es la vida”. No seas como Stephen en Django sin cadenas, que defendía a su amo más que el propio amo.
Después, toca preguntarse: ¿cómo se rompe la servidumbre económica? No tengo todas las respuestas. Pero algunas cosas están claras:
- Denunciar condiciones de explotación, porque el silencio solo fortalece el sistema.
- Unirse con otros trabajadores en la misma situación, porque solos nos joden más fácil.
- Ayudar a quienes están más abajo a entender que lo que viven no es normal ni inevitable.
Podemos empezar por ahí. Pero lo que no podemos hacer es seguir repitiendo el cuento de que la esclavitud ya no existe. Porque si crees que el problema se resolvió, es porque nunca lo entendiste.
Esta es la soft version. La versión original está en el Home.