- Tome sus veinte mil pesos.
- Patrón, pero si siempre han sido treinta
- Tu sabes como están las cosas ahora, todo está caro. Además, ¿sabes por cuanto me sale alquilar una maquina?… treinta mil pesos. Los treinta mil pesos que te estoy dando, eso es lo que vale, y me hace todo en dos horas, y solo tengo que pagar una. Además mira, les tengo que pagar también a los otros, ¿Si ves?, les estoy es haciendo un favor muchacho. Pero tienen que ayudarme pa’ que los ayude.
- Si patrón, mentiras no son. - Y la vos se le fue haciendo chiquita mientras hablaba y los ojos se le perdieron viendo el sol-.
El patrón siguió hablando de la siembra, de que había que hacer todo rápido antes que llegara el invierno y ahogara la cosecha. El se quedó mirando la tarde mientras escuchaba al patrón murmurar.
Caminó a la casa, con los veintemil pesos bien apretados al bolsillo del pantalón, tanteando cada tanto que no se hubieran caído. Repitiendo bajito, “las máquinas hacen todo mas rápido y mas barato”.
- Toma veintemil pesos.
- Patrón, los muchachos y yo le queríamos decir que si nos puede subir un poquito el sueldo, es que de verdad de verdad que los veintemil pesos no están alcanzando para nada, se acaban enseguida, y uste mismo sabe como está la situación, no está alcanzand…
- Ustedes creen que yo soy el malo acá. Pero vayan y pregunten cuanto vale alquilar una máquina de esas que recogen. Treintamil pesos cuesta y me hace todo lo que ustedes se demoran toda la tarde en un momentíco. Despues que yo quiera alquilo las maquinas y ya, pero me da pesar con ustedes, yo les quiero ayudar pero ustedes no se dejan.
- Mentiras no son patrón. -Agachó la cabeza y se alejó otra vez apretando los veintemil pesos al pantalón -.
Esa tarde cuando llegó a su casa, vio la sopa clarita que había preparado su madre con unas cuantas legumbres, vio su rostro cansado reflejado en el plato hondo y se percató de un silencio profundo.
- Ma, ¿donde están los muchachos, y Estefa?
- Ay mijo -se le quebró la voz a la vieja y a el los ojos se le inundaron de tristeza al verla quebrantada - Se fueron tempranito y se llevaron sus chécheres, Estefanía se llevó a los muchachos y hasta los perros.
- La verdad yo hubiera hecho lo mismo mami, acá no hay ni para comer. -Suspiró profundo como si se quisiera tragar la noche -
- mmm…Y yo me voy mañana mijo, me voy para donde tu hermano. Me han dicho que allá todo está mejor -empezó a llorar la vieja mientras hablaba - igual vendré a ponerle las flores a Julian cada que pueda.
- La verdad yo también hubiera hecho lo mismo.
Tomó la sopa que le faltaba como si bebiera agua, le dejó los veintemil pesos en la mesa a su madre y se fue a dormir al cuarto sin decir palabra.
…
- Patrón, yo y los muchachos otra vez le queremos pedir que nos suba el sueldo.
- No se puede pelao, ya sabes que no se puede. Las maquinas hacen esto mas barato.
- Patrón, entonces la verdad compre las maquinas esas, porque veintemil pesos son muy poquito.
El patrón forzó una risa burlesca.
- Miren al hijueputa, uno les da todo y sale uno a deberles.
- patrón, con veinte mil pesos no puedo ni comer, y eso que no como mucho -
- Bueno, ábrete hijueputa, malagradecido, acá no te aparezcas mas.
Desde su casa escuchó las maquinas trabajando, y se las imaginó haciendo todo tan rápido y tan bien que las pensaba sembrabando en la mañana y cosechando en la tarde. Los días le pasaron lentos y los sonidos de las máquinas cesaron poco a poco. Una de esas tardes uno de los muchachos llegó a su casa y lo vio flaco y enfermo en una mecedora vieja.
- Ey, el patrón que te manda a buscar, nos va a pagar treinta mil otra ves, que llegues mañana tempranito.
La tarde sonaba a grillos, chicharras, sapos, el cielo se veía azul turquí y empezaban a titilar las estrellas.
- Dile al patrón que treinta mil pesos siguen siendo muy poquito, pero que era que antes yo quería comer, porque quería estar vivo. Pero es que ahora me da lo mismo.
Una brisa suave les envolvía el cuerpo, y bajito, se alcanzaban a escuchar entre intervalos, los ladridos de los perros.